Cuando nuestros hijos entran en la adolescencia buscan: saber quienes son, su estilo personal, ser autónomos, individualizarse, es decir, entran en una crisis de crecimiento, donde empiezan siendo niños y salen siendo adultos jóvenes. Es una etapa donde se replantean su vida anterior y se esfuerzan para adaptarse a esta nueva situación. Es un camino lleno de cuestiones que resolver para el hijo, para nosotros los padres y para quienes convivimos con él. A través de la comunicación nos conoceremos, resolveremos, guiaremos y educaremos.
Pero la comunicación utilizada hasta ahora ya no sirve como antes, tenemos que buscar la forma de construir nuevos puentes o caminos que nos permitan seguir comunicándonos con ellos. Tener una comunicación positiva, asertiva y afectiva es vital para satisfacer las tres necesidades más importantes para un adolescente: la de pertenecer a un grupo, ser comprendido y amado.
Los padres podemos comunicarles:
- Eres único y valioso para nuestra familia, perteneces a este hogar que es tu refugio y fortaleza.
- Te aceptamos y comprendemos, estamos aquí para sostenerte y guiarte.
- Te amamos y no importa lo que pase siempre te amaremos. El afecto los hace más seguros y autónomos.
- Te ayudaremos a crecer y a vivir la libertad responsable.
¿Qué le comunicamos a nuestros hijos con las palabras, gestos, posturas, tono de voz y conductas? Aprobación o desaprobación, atención o desatención, interés o desinterés, en resumen amor o desamor. Porque de lo que nosotros comuniquemos, facilitaremos o dificultaremos su paso por la adolescencia y la duración de esta. Dependerá la autoimagen y autoestima que tenga de él. Para que construyan una buena imagen y alta estima recordemos que se puede pedir, corregir, educar, limitar, exigir desde la comunicación afectiva y positiva que es la que crea un ambiente de confianza y seguridad para nuestros hijos adolescentes.